En primer lugar quiero felicitar al equipo corsario por su merecida victoria y por el señorio que mostraron al conseguirla.
En segundo lugar debo agradecer enormemente a mis tres compañeros de partida el ambiente en que transcurrió la misma, que fue magnífico. Jandicap, Patxarín y Cricketman se comportaron, en todo momento, estupendamente y disfrutamos de un gran día de golf.
Jandicap ha relizado una crónica magnífica, fiel y exhaustiva.
Demuestra una gran memoria y no sé cómo es capaz de recordar el gran despligue de rabazos, sapos, mangazos, capones, y demás fauna golfística que desplegué el día de autos.
Sorprendentemente había jugado bastante bien en mis últimas comparecencias por los prados, y pensaba deleitar a mis compañeros con un recital de golpes maestros, especialmente cerca del green, pues en esta zona me encuentro muy cómodo después de todas las enseñanzas que me ha transmitido el gurú del juego corto Hermes.
Gracias a él conseguí sacar la bola de las peligrosas zonas de arena letal a la primera intentona sin penar en ellas, como acostrumbro.
Estos fueron los únicos golpes que pueden encuadrase dentro de la práctica del juego del golf, el resto fueron realmente incalificables

y resultaron en una dispersión de bolas por los parajes más inhóspitos del bonito campo abulense, desde los diversos rios y lagos que discurren cercanos hasta los juncales, puentes, y zonas boscosas y arboladas del paraje.
En mi descarga he de confirmar la ausencia completa de golpes laterales (sockets), cuya presencia ya había sido advertida con la suficiente antelación a mis compañeros de partida a fin de que tomasen las necesarias precauciones para evitar daños a las personas o sus enseres.
Afortunadamente no me abandonó la capacidad de concentración y el espíritu de lucha, pues tras cada chancletazo, olvidaba su presencia e intentaba ejecutar el golpe correcto, circunstancia que raramente aconteció.
Mis acompañantes tuvieron mucha paciencia conmigo, con un estoicismo épico, y mi compañero Cricketman me animó en todo momento y su apoyo resultó determinante para conseguir el triunfo.
Mi rival, Jándicap, tampoco tuvo un día propicio y creo que se contagió de mi juego rastrero.
Me duele sinceramente conseguir una victoria de la forma relatada pero este deporte propicia estos sucesos.
Esperó disfrutar nuevamente de la agradable compañía del señor Jándicap en algún campo de golf, aunque sea para coger calles y greenes.
Por último debo destacar la gran labor y el altruismo que mostraron todos y cada uno de los voluntarios que acudieron al evento.